lunes, 4 de abril de 2016

POIANA Y RASNOV: Entre las últimas nieves

Después de nuestra primera incursión por el corazón histórico de Brasov, en este caso ponemos el mismo rumbo, pero solo para hacer una pequeña escala. En este viaje nos hemos propuesto llegar un poco más lejos.

Según llegamos al centro de Brasov tomamos un autobús que nos subió (en apenas 20 minutos) hasta el pueblo que está a las faldas de una de las estaciones de esquí más turísticas de toda Rumanía, Poiana Brasov.

Estampa típica de Poiana Brasov
A más de 1000 m la noche nos recibió con una inusual mezcla de blancos y marrones, producto de la perfecta combinación de la noche, la madera de sus casas y las nevadas de los últimos días. 

Poiana quizás no atrae a tantas estrellas como las pistas suizas de Verbier, pero en invierno es una estación muy bonita. Para esquiadores muy expertos quizás no sea la mejor opción ya que la mayoría de sus pistas son de pendiente relativamente suave (únicamente 2 pistas negras de sus 12 totales).


Telesilla en Poiana Brasov

Al aparecer el sol por la ventana del techo del apartamento donde nos alojamos, nos pusimos en marcha para disfrutar de una mañana deslizándonos por las laderas de Poiana. Tras unos cuántos zigs zags y otras cuantas culadas, finalmente cambiamos la indumentaria de esquiar por ropa más cómoda. Paseando por sus calles repletas de hoteles y chalés de lujo, uno respira una opulencia que chirría con la situación humilde predominante del País. Uno se puede encontrar con la iglesia de madera de Sf. Ioan Botezatorul, imitando el estilo de Maramures, o disfrutar de un Kurtoskalacs recién hecho con las imponentes laderas rodeándote.

Iglesia Sf. Ioan Botezatorul

Algo que me llamo la atención durante el paseo fue la cantidad de perros abandonados que se iban sucediendo por las calles. Este fenómeno es una constante en todo el País. 
Perro abandonado en Poiana Brasov

Rumanía se caracteriza por tener el mayor número de perros abandonados por habitante, y por lo menos una persona es hospitalizada cada día en Rumania por las mordeduras de un perro callejero. Pero cuándo se trata de un lugar como Poiana, dónde el nivel de vida es muy superior, uno se da cuenta de que la falta de sensibilidad y la moral, en muchos casos, no entiende de clases sociales.


Con la puesta del sol, muchos pubs y bares abrieron las puertas aunque debido a la escasa afluencia de pernoctantes, el ambiente no era muy halagador, además de caro.

A la mañana siguiente nos pusimos en marcha hacia Rasnov.


Bosques de Poiana Brasov
Desde Poiana salen varios autobuses diarios hacia Rasnov, pero en nuestro caso, optamos por hacer los 15 km que separan ambas localidades caminando por una ruta marcada entre el bosque. La mañana se despertó con una nevada con la que no contábamos por lo que durante la mayor parte del camino, el sendero no se distinguía del resto de vegetación. Apoyados por el GPS del móvil y alguna señalización en los troncos de los árboles conseguimos poner el rumbo correcto.
Cuando te adentras en mitad de un bosque de Transilvania, con el sendero bajo 10 cm de nieve y observando rastros de fauna como osos y lobos, se experimenta ese estado más primigenio del ser humano. Nuestra única defensa contra un posible encuentro con un oso eran un par de navajas seculares y un spray de pimienta, algo imprescindible en todas nuestras salidas por el campo. Pero ni la navaja más grande ni el spray más potente serían capaces de frenar a una osa con su cría amenazada. La mejor estrategia en estas situaciones es hacerse presente, que la fauna salvaje sepa que estamos allí de paso, descartando de este modo cualquier opción de encuentro fortuito. Los osos son los primeros que desean evitar un encuentro con unos animales como nosotros.
Y cómo no hay mejor ruido que la música, nos pasamos la mayor parte del camino cantando canciones de la infancia, que de alguna manera, nos protegieron durante todo el trayecto. Ahuyentando a los osos, y al miedo.

A caballo entre Poiana y Rasnov encontramos la cueva “Pesterea Valea Cetattti”, dónde rodeados de unas estalactitas y estalagmitas cálcicas de tamaños inverosímiles, pudimos disfrutar del silencio y la oscuridad más absoluta por unos instantes.
Pesterea Valea Cetatti

Dejando atrás la cueva, llegamos a Rasnov. Y desde allí, a su maravillosa fortaleza. 

Centro de la Ciudadela
Vistas de la ciudadela desde arriba
Se puede acceder a la antigua ciudadela andando o en un ascensor que se coge desde el centro del pueblo. Se trata de unas ruinas de una antigua fortaleza construida en el S. XIII sobre una colina, con estupendas vistas a las montañas. 

Recorriendo las antiguas calles, el visitante se encuentra con una iglesia, una prisión, fantásticos miradores o un pozo de 146m construido por prisioneros turcos a los que se les prometió la libertad al acabarlo (¡Tardaron 17 años!)


A parte de la ciudadela, Rasnov no deja de ser un pueblo humilde. Desde abajo, uno puede contemplar su fortaleza con un cartel hollywoodiense al estilo del de Brasov en el monte Tampa.
Vistas de la ruina fortaleza desde Rasnov
Un poco más allá de Rasnov se puede llegar al pueblo de Bran con el hiperturístico castillo de Drácula. Siguiendo en la misma dirección está Zarnesti, en el corazón del Parque Nacional Piatra Craiului. 

Estación de tren de Rasnov

En este viaje no dio tiempo a llegar hasta allí, pero en próximas ocasiones, seguro llegaremos. 


Texto: Enrique de Paz
Fotografía: Silvia Blanco

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