martes, 31 de enero de 2017

KOTOR. Una bahía de ensueño

Enclavada entre montañas, esta bahía indómita es el máximo exponente del carácter de la costa montenegrina.                                                                   



Al llegar, es imposible no perderse tratando de seguir los muros surrealistas que protegen la ciudad. A través de senderos serpenteantes, esta fortificación se prolonga desde el nivel del agua hasta la fortaleza de San Juan, en lo alto de la ladera.





A esta bahía llegan diariamente grandes buques de pasajeros que amarran justo a la entrada de la ciudad vieja anegando por completo el casco antiguo de turistas. Estos mismos buques son los responsables de que el agua adyacente presente una capa aceitosa en superficie limitando el baño en la totalidad de la bahía.



Cercada por una firme muralla en muy buen estado, esta ciudad es un laberinto de museos, iglesias, plazas de cafés y palacios venecianos. Es un lugar donde el pasado coexiste con el presente; adoquines que suenan con el bullicio de la vida, cuerdas con la colada que revolotea desde los balcones de hierro forjado, y cientos de gatos -descendientes de los primeros felinos marineros- que esperan su ración sobre el mármol. 




Recorriendo adoquines nos encontramos con maravillas como; la catedral de San Trifón, la iglesia de San Nicolás, la Torre del Reloj o el museo marítimo -donde se ofrece una mirada a la historia naval de la ciudad-.

Catedral de San Trifón
Torre del reloj
Museo marítimo
Iglesia de San Nicolás

Desde la parte noroeste de la ciudad antigua nos proponemos subir hasta las ruinas de la fortaleza de San Juan, emplazada a más de 200 metros sobre las aguas de la bahía. Aunque el ascenso se puede hacer muy duro (especialmente durante las horas de calor), las vistas desde arriba son la mejor recompensa. Además, a mitad de la subida, la iglesia de Nuestra Señora de la Luz hace el trayecto mucho más ameno.





Tras coger aire en la iglesia continuamos subiendo hasta alcanzar, por fin, la fortaleza. Desde su privilegiado punto de vista a 270 metros por encima de la ciudad, este pequeño castillo servía como protección contra las invasiones otomanas. A pesar de que tanto el castillo como la ciudad han sido declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, el proceso de restauración de los edificios -que trajeron consigo esta declaración- se centró en el casco histórico, dejando de lado la fortaleza. De ahí que su actual estado de conservación no sea el que debería.



Pero sin lugar a dudas, lo mas impresionante de la fortaleza son las vistas. Esta es la mejor recompensa que se puede obtener tras el duro ascenso. 





De nuevo abajo y con una ensalada shopska y un baklava entre las manos ponemos un nuevo punto a este capítulo montenegrino. Y ahora, escribiendo y recordando sobre un sitio tan mágico como éste, cobra todo el sentido la frase del escritor chino Lim Yutang: “Nadie se da cuenta de lo hermoso que es viajar hasta que vuelve a casa y descansa sobre su almohada vieja y conocida”.

Seguimos en ruta...






Fotografía: Silvia Blanco / Ráduly Attila

1 comentario: